Nacido sin quererlo y militar sin saberlo. Así le plantearon la vida a un niño llamado Mustafa Alir. Tuvo por escuela una llanura apestada de hierbas y animales salvajes. Sus amigos fueron triunfadores en el arte de matar. Volvía cada mañana sobre sus pasos soñando en despertar junto a su madre.
Los cañones de su fusil estaban ya desgastados, nunca pensó que a través de este juego pudiera alcanzar la libertad. Nunca escogió un campo de batalla, todo le vino dado. Sus acciones tenían como único objetivo sobrevivir y conseguir tranquilizar su mente en cualquier lugar.
Desde Europa nunca tuvieron noción de su existencia, desde la República Democrática del Congo tampoco, ¡Qué lástima! Ellos, sÍ, éllos, señores feudales con traje, con dinero y con poder nunca aprenderán a decir: “No dispares más porque la paz ha vuelto”.
4 horas a.m., en un reloj digital. Estoy casi dormido. Antes todo era más tradicional se trabajaba de día. Espero que las uvas recogidas tengan la calidad y temperatura adecuadas.
Los gritos me despiertan. Un accidente. “Tu hijo está en el hospital”, me grita mi madre. “Apresúrate, tienes que llevarnos” . “Coge el coche”.
9 horas en un reloj convencional que me regaló mi padre cuando me casé. Los médicos y enfermeras parecen no comprender mi dolor. No soy capaz de articular palabra cuando me dicen que “Ha muerto”
Me voy a la cafetería , escucho las noticias en una TV . “Un tractor ha chocado esta mañana con un vehículo turismo de color negro, conducido por A.H.G., joven de 19 años, que ha sido trasladado a ....” .
¡Maldita vendimia nocturna! ¡Ha matado a mi hijo!
Copyright © All Rights Reserved Francisco José Rodrigo Salvador